jueves, 30 de marzo de 2017

Cine: Fitzcarraldo (Herzog)

Fitzcarraldo
de Werner Herzog

"Deberían internarme en un psiquiátrico. Deberían impedirme hacer más películas". Según la leyenda urbana, eso lo dijo Herzog en algún momento de la filmación de esta película. No sé qué tanto haya de cierto, pero después de ver la película, esas frases no me parecen tan descabelladas.

Las artes narrativas, para que funcionen, requieren de un mecanismo cognitivo que alguien bautizó con el bellísimo nombre de Suspensión del descreer (suspension of disbelief). Para poder entender (y disfrutar) una obra de teatro, aunque sé que las personas que están sobre el escenario son actores, tengo que creer que en realidad son los personajes que representan, es decir, tengo que suspender el descreer. Nadie va al cine y tranquiliza a quien le acompaña diciendo "No te preocupes, en realidad no muere, es sólo un actor...". Sabemos que son actores, sabemos que el rectángulo dibujado en una tabla no es una ventana, sabemos que lo que narra el escritor no ocurrió (o si ocurrió, es irrelevante), pero para entender y disfrutar de la obra, debemos creer que a quien vemos allí es un personaje del siglo XV, que la línea en el piso es una pared, o que en efecto la marquesa salió a las cinco.

Para ayudarnos a creer, los directores utilizan muchas estrategias. Una de ellas es hacer que lo que aparece en pantalla parezca lo que representa (cuando vivía en Oaxaca, se filmó allí una película cuya acción se situaba en una Nicaragua devastada por la guerrilla; eligieron algunas colonias derruídas y supongo que muchos espectadores realmente creyeron que se trataba de Nicaragua). Otra estrategia es filmar aquello que se representa. En lugar de crear un bosque artificial, se filma un bosque real. Eso es lo que le gustaba (y le sigue gustando) a Herzog.

Si uno lee la sinopsis de Fitzcarraldo, parece descabellada. Si uno considera que Herzog lo puso en escena y lo filmó, parece una locura (o excentricidad, como uno lo quiera llamar).

Herzog tiene una carrera compartida entre el cine documental y el de ficción. Al primer género pertenecen El país del silencio y la oscuridad, La cueva de los sueños olvidados y Grizzly Man. Al segundo género, Woyczek, Cobra negra, Aguirre. Todas ellas más que recomendables.

Cine espectacular como pocos.

Hasta la siguiente entrega.

jueves, 25 de agosto de 2016

Libros: La mujer justa (Márai)

La mujer justa
de Sándor Márai
(ed. Salamandra)

No fue fácil esperar hasta terminar de leerlo para poder recomendarlo. Simplemente léanlo. Normalmente no vería con malos ojos que esperaran una segunda opinión pero éste no es el caso. Cómprenlo y léanlo.

Hasta la siguiente entrega.

sábado, 23 de abril de 2016

Libros: Momentos estelares de la humanidad (Zweig)

Momentos estelares de la humanidad
de Stefan Zweig
(ediciones varias)

Voy a recomendar ahora otro libro, aún más extraño. Bueno, en realidad no es extraño; pero no podíamos dejar pasar el aniversario lu
ctuoso de Cervantes sin recomendar al menos un libro con miras a que alguien, en algún día y lugar no muy lejano confíe en nuestras sugerencias y cambie un poco de dinero por esta maravilla.


La edición que veo en estos momentos empolvándose en una repisa debe ser la tercera o cuarta que compro. Creo que el libro que hoy recomendamos es el que más veces he comprado porque antes solía recomendarlo y regalar mi edición (confieso que eran ediciones baratitas, tampoco estoy tan grave); es un bello y portátil volumen de Editorial Juventud: compacto y aerodinámico. Para aquellas personas que quieran adquirir un ejemplar que no perjudique su economía, está la edición de Sepan cuántos... Y para la gente que es muy elegante, acabo de ver una edición guapísima en Acantilado. Si prefieren no gastar, Google da casi 70 mil resultados entre los que seguramente hay más de una versión descargable.


Seguramente recordarán (es más seguro que no lo recuerden, pero esto es para que se sientan mal) a Zweig (pronúnciese sbaig) en obras tales como 24 horas en la vida de una mujer, Carta de una desconocida, La impaciencia del corazón, o por las biografías que nos dejó de muchos, muchos personajes (confieso que sólo he leído las de Sigismund Schlomo y Fiodor Mijailovich). Zweig dejó una muy extensa obra, y aquellos títulos a los que he podido echar el guante han sido siempre magníficos. No quiero dejar de recomendar Historia de ajedrez, de la que me enteré por un artículo de Ana García Bergua (que pronto tendrá una entrada en este foro plural y omnívoro). Sorprendente...


...Que seguramente será la primera palabra que les vendrá a la cabeza al comenzar con los relatos de Momentos estelares de la humanidad. Se trata de narraciones sobre episodios decisivos: algunos felices y otros trágicos, pero todos ellos han modificado radicalmente el curso de nuestra historia. Este libro se recomienda con una garantía al 100%. Y agreguen a eso algo que aunque hay quienes lo consideran un defecto muchos lo creemos una virtud: el estilo de escritura de Zweig es muy, muy transparente. No sólo escribe bien, sino que además es especialmente claro. Tal vez por eso sea que sus textos muchas veces se recomiendan desde la secundaria o la preparatoria.


En fin, qué más puedo decir... mmm... eee... Pues nada, léanlo, que es la mejor manera de enterarse de qué van sus libros.


Hasta la siguiente entrega.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Libros: La tierra pródiga (Yáñez)

La tierra pródiga
de Agustín Yáñez
(Fondo de Cultura Económica)

Debo a la conjunción de un lector y de un psicoanalista en la misma persona el descubrimiento de este autor. En otras palabras, quien me recomendó por primera vez leer a Agustín Yáñez es un gran lector que en sus ratos de ocio se dedica al psicoanálisis (o tal vez al revés... no recuerdo). El hecho se produjo hará unos seis años. Caminaba mientras leía y el personaje en cuestión me soltó a quemarropa lo siguiente: "Tienes que leer a Yáñez. Escribe magníficamente". ¿Por qué lo escuché? Entre otras razones, porque sé que se trata de un Recomendador Tipo I, confiable y consistente. A muchos nos gusta recomendar lo que hemos leído o lo que estamos leyendo, así que a lo largo de la vida vamos clasificando a la gente en recomendadores de los siguientes tipos:

  1. aquéllos a los que haremos caso y,
  2. aquéllos cuyas sugerencias evitaremos sin confesarlo.
Espero que al menos para algunos de quienes nos leen en este momento entremos en la primera categoría.

Agustín Yáñez forma parte de ese enorme grupo de genios que en nuestro país (como en otros) se dedicaron más o menos a la política y más o menos a la literatura. Se desempeñó, entre otros cargos, como secretario de educación y gobernador de su estado... Compartieron ese modus vivendi escritores de la talla de José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Rodolfo UsigliCarlos Fuentes, Octavio Paz et al. (muchos como diplomáticos, cuando aún se enviaba como representantes en el extranjero a lo más decente que teníamos...). ¿Por qué viene esto a cuento? En parte para echarle leña al fuego que calienta el caldo de los tiempos pasados siempre fueron mejores: tengo la impresión de que el desprecio de la cultura del que han hecho gala últimamente nuestros funcionarios públicos es más un producto del calentamiento global que algo constitutivo de la clase política nacional. En fin.

Después de escuchar la recomendación, decidí leer a Yáñez y agradecí en silencio la sugerencia. Pasaron unas pocas páginas para darme cuenta de que en efecto escribía magníficamente. Poco o nada que pedirle a grandes como Onetti, Asturias, Carpentier u otros. Las novelas de Yáñez son una ver-da-de-ra delicia. El pretexto de esta ocasión fue La tierra pródiga, pero también hay que leer Las tierras flacas, Al filo del agua y La creación. Y es un gran pretexto para abordar a otros libros imprescindibles de nuestras letras nacionales: La parcela (de López Portillo y Rojas), La negra angustias (de Rojas González), La canoa perdida (de Rubín), El hombre de la situación (de Payno) e incluso La rebelión de los colgados (de ese ente extraño que muchos conocemos como Bruno Traven). Un verdadero paseo por lo que Antonio Castro Leal llamaba "los temas nacionales".

Me gustaría platicar un poco sobre la trama de la novela, pero no lo haré. Prefiero limitarme a decir que la recomiendo sin reservas. Últimamente prefiero leer sin saber de qué van los libros y sin leer la sinopsis de la contraportada. Así la lectura se convierte en una sorpresa permanente y ése es el regalo que le doy a mi cerebro a cambio de todo lo que hace por mí. Sugiero que lo intenten.

Hasta la entrega siguiente.

domingo, 10 de enero de 2016

Libros: Trainspotting (Welsh)

Trainspotting
de Irvine Welsh
(ed. Anagrama)

Llegamos al tercer año de este foro. Es hora de presentarlo en sociedad. Nuestra meta para el segundo año era tener cuando menos el mismo número de visitas que el primero (2500), pero en un gesto de simpatía con la Secretaría de Economía, nos hemos quedado por debajo de las cifras esperadas. Estos datos contrastan con los recientemente publicados en la Encuesta Nacional de Lectura, que muestran que en México hemos pasado de leer menos de tres libros al año a poco más de cinco. Sería interesante escuchar a los responsables de la encuesta aventurar una interpretación sobre por qué si la gente lee más nuestro foro tiene cada vez menos visitas. Espero que sea porque al leer una entrada se van con varias recomendaciones y además las comparten con sus seres queridos a la hora de la cena...

...que por cierto no sería el mejor momento ni lugar para compartir la recomendación que hoy les tenemos. Es muy probable que muchos hayan visto primero la excelente adaptación que Danny Boyle (a quien recordamos por Tumba al ras de la tierra, La isla, o ¿Quién quiere ser millonario?) llevó al celuloide. Así me pasó a mi. No tenía idea sobre la literatura de Welsh, aunque ya había visto algunas de las películas de Boyle. A diferencia del lugar común (el libro siempre es mejor que la película), aquí tenemos dos cosas muy buenas, cada una en su dominio. Welsh estuvo bastante involucrado en la adaptación de su novela al cine (al grado de que actúa en un pequeño papel en la película), y el resultado es una magnífica película sobre una excelente novela.

El origen del críptico nombre de la novela aparentemente está en un pasatiempo que consiste en recolectar información sobre matrículas de trenes para compartirla y de alguna manera coleccionarla. Algo que visto desde fuera puede parecer tan absurdo como coleccionar tarjetas de Pokemon. Y es esa la impresión que da desde fuera toda esta colección de estampas de la vida cotidiana de un grupo de afectos a la heroína y otras drogas fuertes. Esta novela es un clavado al mundo del abuso de sustancias, sin el habitual tono moralizante o pontificante que suele impregnar los libros sobre el tema.

Aunque es recomendable por muchas razones, quiero resaltar una: el uso del lenguaje. En otras entradas hemos insistido sobre la maravilla de tener al castellano como lengua materna: uno puede leer directamente a gente como Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa, Donoso, Rulfo, José Agustín, etc. Pues aquí tenemos un libro que se podría usar en el mismo sentido para la lengua inglesa: los que tienen el inglés como lengua materna tienen la fortuna de poder leer a Welsh directamente, sin traducción. Hay autores que son especialmente intraducibles. Pienso en alguien que tratara de traducir al inglés ¿Cuál es la onda? de José Agustín, Chin chin el teporocho de Ramírez o ya entrados en cosas rudas, las Memorias de un Guacarróquer de Armando Vega-Gil. Eso mismo ocurre cuando alguien trata de pasar otras cosas al español: el Finnegans Wake de Joyce, Ferdydurke de Gombrowicz (gracias a los dioses que tenemos una traducción en la que él mismo colaboró), La cantante calva de Ionesco, o Zazie en el metro de Queneau. Muchos traductores desistirían. Algo así ocurre al menos en parte con Trainspotting de Welsh.

Si leen Trainspotting en español, leen las historias (y créanme que vale la pena). Si leen el original que está escrito en una cosa que en momentos parece inglés, leen las historias pero narradas en el lenguaje de los protagonistas. Es el doble de placer por el mismo precio. Mi primer contacto con esa lengua extraña fue a través de Acid House, que en momentos es realmente incomprensible. Hay que leer y leer, y leer en voz alta para encontrar qué es lo que están diciendo los personajes. Pero una vez que lo logran, es una epifanía.

A veces la mejor razón que podemos pensar para aprender inglés es "Que es importante". Razón que no funciona por imprecisa y abstracta. Para aprender algo se requiere una razón concreta. Leer a Welsh me parece una razón suficiente para cerrar esta ventana, ponerse el suéter y correr a las escuelas de inglés que están sobre Av. Madero (no sin antes ordenar vía internet un ejemplar de Trainspotting en inglés). No se arrepentirán nunca jamás. Pero si son anglófobos o el inglés simplemente les choca, opten ahora mismo por alguna otra de las recomendaciones que hemos cometido a lo largo de estos dos primeros años de vida foril. Que esperamos sean los primeros de muchos más.

Hasta la próxima entrega.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Cine: Héroe (Zhang)

Héroe
de Zhang Yimou

Mucho tiempo he estado acostándome a buena hora, y por lo tanto no he visto películas nuevas como para recomendarles. No me queda más alternativa que recurrir a un clásico. Y vaya que es un clásico.

Al ver el cartel, más de uno pensará (si no desarrolló adecuadamente el lenguaje interior, lo dirá en voz alta como en las telenovelas): "Vaya... suena interesante, pero a mí no me gustan las películas de karatazos o espadazos; mejor aprovecho para revisar mi correo...". Entretanto, yo aprovecharé el pretexto de esta recomendación para la tradicional diatriba, esta vez contra la predilección de los géneros o temas (tanto en cine como en literatura). 

Más de una vez nos hemos encontrado con esta pregunta: ¿Qué tipo de películas te gustan? ¿Las de amor? ¿Las de guerra? ¿Las de naves espaciales? ¿Las de suspenso? ¿Los documentales? ¿Las basadas en hechos reales de la realidad? Es difícil no caer en la tentación de responder con un inventario, sobre todo de los géneros que decimos que no nos gustan: "A mí me chocan las de dinosaurios... Luego luego se ve que no son de verdad...". El defecto de esta categorización es el mismo de cualquier otra: por nacionalidad, por época, por tema... No importa la categoría, es seguro que tiene ejemplares buenos, malos y regulares. He oído gente decir que no le gustan las películas en blanco y negro, las películas viejas, las películas mexicanas, las películas gringas, las películas nuevas... En cualquier caso se están perdiendo de grandes cosas. Y eso nos lleva al caso de hoy: la primer película de espadazos que recomendamos.

Ésta es una película sorprendente en muchos sentidos: una gran historia con una espectacular puesta en escena. Épica es la palabra. Dignísima heredera de la tradición de Kurosawa con Kagemusha o Ran. Zhang tiene grandes películas de este tipo: después de ver Héroe pensarán que es insuperable en su género. Cuando después vean La casa de los cuchillos voladores pensarán que ésta sí es insuperable. Y luego, cuando vean La maldición de la flor dorada les ocurrirá una vez más... Y Zhang es un gran director en el género que le pongan enfrente: tienen que ver una joya con la que inevitablemente llorarán a moco tendido: Ni uno menos. Fue la primera que conocí de él y no me he repuesto desde entonces...

En fin, que si son de los que dirían que no les gustan este tipo de películas, les recomendamos que se lo piensen dos veces antes de decidir no verla. Estamos seguros de que no se arrepentirán de verla (pero véanla subtitulada, con el audio original en chino y en la versión panorámica). Un verdadero manjar para los sentidos...

Hasta la entrega siguiente.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Libros: La historia sin fin (Ende)

La historia sin fin
de Michael Ende
(Ed. Alfaguara)

En un capítulo de Los Simpson, el abogado Lionel Hutz hace un chiste sobre un lugar tipo Todo lo que pueda comer: "Es el caso más flagrante de publicidad engañosa que he visto desde La historia sin fin"Es un buen chiste, sin duda, si uno sólo vio la película. Pero para los que tenemos la fortuna de haber leído el libro, el chiste pierde sentido: sabemos que en efecto ésta es una historia que no tiene fin, en más de un sentido...

Muchas veces hemos escuchado aquello de que un libro clásico es distinto cada vez que lo leemos. Esto también es estrictamente cierto. Un buen libro tiene una buena dosis de ambigüedad, y los huecos que deliberadamente ha dejado quien lo escribió los rellenamos los lectores con lo que podemos en ese preciso momento de nuestra vida. Así, dado que una lectura cuidadosa suele cambiar nuestra manera de pensar, cada vez que releemos un libro somos distintos, y el resultado es distinto. Pero no sólo es eso lo que ocurre con este libro. Ese es apenas uno de los niveles en los que esta historia no tiene fin.

Antes de entrar de lleno a la recomendación, me detengo en una de las vías por las cuales un libro se convierte en lo que Umberto Eco llama una obra abierta: la relación entre el autor y la obra. Esta relación la explora Borges en muchos textos: desde el maravilloso Pierre Menard, autor del Quijote, en el que entendemos que tanto el Quijote que escribió Cervantes como el de Menard son dos libros completamente distintos, a pesar de ser idénticos; en el Homenaje a César Paladión, Borges y Bioy Casares llevan el razonamiento a los terrenos del absurdo; y en Kafka y sus precursores, Borges nos hace ver cómo un nuevo autor influye en los autores que le precedieron.

Pero en este libro sin fin, Michael (léase Mijael) Ende va más allá: además de que la ambigüedad es una fuente que expande a la historia, dos niveles adicionales hacen que la historia simplemente no se acabe. No cometeré la gaffe de ventilarlos. Tienen que leer el libro. Pero como sugerencia, por mera precaución, no lean el libro estando de pie. Como bien lo escribió el maestro, es mejor leerlo sentado, acostado, recargado, aovillado... Se darán cuenta de que la fantasía de Ende es muy distinta de aquélla a la que estamos acostumbrados. Y si les gusta lo suficiente como para seguirlo leyendo, lo constatarán después de devorarse Momo, El espejo en el espejo, La prisión de la libertad (con un relato que me recuerda tanto a Tlön, Uqbar, Orbis Tertius...). Todo magnífico, yomi, yomi.

Era inevitable que tarde o temprano recomendáramos este libro. Y aunque no recibo comisión de la editorial, sí les recomiendo que NO lean una versión electrónica. No puedo decir por qué, pero hay una buena razón.

Hasta la siguiente entrega. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Libros: El nombre de la rosa (Eco)

El nombre de la rosa
de Umberto Eco
(Ed. DeBolsillo)

Tengo la impresión de que esta reseña ya la había escrito antes. Es más, tengo la impresión de que esta frase ya la había escrito antes. Si ese es el caso, les recomiendo que lean la reseña original. De lo contrario, no me explico por qué había dejado pasar tanto tiempo sin recomendar este verdadero monumento.

Umberto Eco fue conocido como especialista en semiótica mucho antes de escribir esta novela (su primera). No es imposible que alguno se esté preguntando ¿Qué demonios es la semiótica? ¿Es lo mismo que la semiología? Si ese es su caso, los remitimos a sus más que clásicos Tratado de semiótica general y La estructura ausente. Libros interesantes y densos como pocos, maravillosos para aquellos a los que les gusta hurgar en las profundidades del lenguaje.

Para la gente que estudia psicología o sociología, la primera aproximación a Eco suele ser a través de su Apocalípticos e Integrados, estudio ineludible sobre la cultura masificada (de la cual también habla largo y tendido en Obra abierta, El superhombre de masas y La estrategia de la ilusión). Ese fue el primer libro suyo que pude leer, pero a pesar de que era muy bueno, no me preparó para lo que encontraría al leer El nombre de la rosa...

Me gustaría decir que la trama es sencilla, pero... no lo es. El argumento se relaciona con alguien que tiene que investigar un asesinato que ha ocurrido en un monasterio, y además se basa en documentos hallados por el mismísimo Eco. La complejidad de la trama me recuerda algunas de las novelas largas de Dostoievski como Los hermanos Karamazov o El adolescente, o también Guerra y Paz de Tolstoi (que dicho sea de paso, no me he atrevido a leer), o incluso Los sonámbulos de Hermann Broch (que no pienso leer hasta que pueda conseguirla).

Confieso que son sólo dos las novelas de Eco que he leído: El nombre de la rosa y El péndulo de Foucault. Y aunque tengo otras en lista de espera que además han sido amplia y frecuentemente recomendadas por conocidos y adláteres, seré fiel al principio (no siempre respetado) de limitarme a recomendar libros que he leído de primera mano. Lean esos dos libros A-HO-RA. Y aprovecho para recomendarles un ensayo de Eco poco conocido en el que se explora la función de control ideológico que ejercen los pantalones de mezclilla en quien los usa: La filosofía lumbar.

Aunque hay una adaptación de El nombre de la rosa llevada a la pantalla grande por Jean-Jaques Annaud (a quien seguramente recuerdan por la adaptación de El amante de Marguerite Duras) y además protagonizada por el mismísimo James Bond, la sugerencia (que ya veían venir) es que por supuesto primero lean el libro. La película se ve obligada a prescindir de gran parte del aparato filosófico que da cuerpo a la historia.

La recomendación de siempre: lean a Eco (no su Cómo se escribe una tesis) tanto en su vertiente narrativa como semiótica. Les sorprenderá que un humano pueda lograr algo como lo que él ha hecho. Y tal vez con eso recuperarán la fe en la especie.

Hasta la siguiente entrega.

jueves, 29 de octubre de 2015

Cine: Los conspiradores del placer (Svankmajer)

Los conspiradores del placer
de Jan Svankmajer

Ver una película de Svankmajer es como leer una novela de Gombrowicz; es como andar por la vida con el cerebro nadando en ácido de la más ínfima calidad (dirían los entendidos).

Hace tiempo que no recomendábamos algo extraño, y si de extrañeces se trata, el maestro Svankmajer es la opción. Cineasta de culto, suele ser considerado el padre de la técnica Stop-motion que nos ha dejado maravillas como La pesadilla antes de navidad de Tim Burton (de Henry Selick), Un gran día fuera (de Nick Park) o cualquiera de los cortos de los gemelos Quay. Aunque estéticamente cualquiera de ellos ha hecho grandes cosas, el hecho es que conceptual y técnicamente Svankmajer sigue siendo el maestro.

La primera película que vi de él la vi cuando era pequeño, y no se lo deseo casi a nadie. Era su adaptación de Alicia en el país de las maravillas (Alicia) pero los personajes eran muñecos como los de la isla de las muñecas, y muchos animales disecados u osamentas. Una inmejorable fuente de pesadillas para cualquier niño. Fue hace poco tiempo que me enteré de que esa cosa era de él. Y debo en gran medida al eminente psicólogo RRG el haberlo redescubierto.

Aunque no son fáciles de conseguir, los cortometrajes de Svankmajer como Dimensiones del diálogo, Comida, El sótano o las adaptaciones que hizo de cuentos de Poe como La fosa y el péndulo o relatos tradicionales como el terrorífico Pequeño Otik, todos son lugares de visita obligados para los fanáticos de la animación o del cine extraño. Nada que ver con Saturnino y la vaca vaca... (un clásico, por cierto).

Si consiguen Los conspiradores del placer, es recomendable que la vean solos o con alguien de confianza, o al menos con alguien que conozcan o no. Es fuerte, porque es extraña en una vertiente en la que no solemos ver cosas extrañas. Resulta sumamente inquietante. Esa es la palabra. Inquietante. Sí.

Si fueron al festival de cine y se dieron cuenta de que el cine no comercial no los espanta, tal vez haya llegado el momento de que prueben algo verdaderamente potente. Conozcan el inquietante mundo de Svankmajer. Se sentirán como la primera vez que leyeron Ferdydurke. Ni más ni menos.

Hasta la siguiente entrega.

domingo, 25 de octubre de 2015

Libros: La casa pierde (Villoro)

La casa pierde
de Juan Villoro
(ed. Alfaguara)

Ahora que se aproxima la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, aprovechamos para que la recomendación sea de un autor al que podrán ver deambulando por los pasillos, en una u otra mesa redonda, o tomándose unos momentos para charlar con cada uno de los que hacen fila para conseguir un autógrafo y tal vez una fotografía. Tenemos la fortuna de ser contemporáneos de Juan Villoro.

Y como no se vería bien que lleguen en blanco a pedir un autógrafo, pueden darse desde ahora a la tarea de explorar al menos algo de su obra cuentística y ensayística, dejando para un momento más propicio la obra novelística. Recomendemos,  pues, algunos de los volúmenes que no deben faltar en su biblioteca personal:
  • La casa pierde. Aunque no es la primera colección que publicó, sí es la primera que leí de él. Y aunque los cuentos no son precisamente cortos (promedian las 30 páginas), puedo asegurarles que comenzando uno no lo dejarán hasta terminarlo. Villoro fue uno de los primeros autores a los que decidí stalkear como lector. Compré este libro cuando apenas había salido y he tratado de conseguir cuanta cosa publica. Todo por haber leído este volumen. Si lo leen, tomen sus providencias.
  • ¿Hay vida en la tierra? Potabilísima colección de breves ensayos. Piénsenlo dos veces antes de leerla, ya que es una enorme fuente de recomendaciones no sólo literarias. Conforme avancen querrán ir comprando libros de otros autores, y algunos de ellos no son fáciles de conseguir... Es más que disfrutable.
  • 8.8 El miedo en el espejo. Crónica sobre el terremoto que hace pocos años sacudió a Chile de tal manera que modificó el eje de equilibrio de la tierra. Un relato de primera mano que antiparadójicamente los hará temblar.
No hablo de las novelas, pero El testigo es de lectura obligada y las otras colecciones de cuentos y ensayos también. Y en más de uno de sus textos encontrarán referencias a otros dos contemporáneos de los que hablaremos uno de estos días: Francisco Hinojosa y Hugo Hiriart. Al primero seguramente lo recordarán por libros para niños como La peor señora del mundo o las antologías Cuéntame y Leeme para primaria. Pero también tiene grandes cuentos para adultos de los cuales recuerdo con especial cariño A los pinches chamacos. En cuanto al maestro Hiriart, todo elogio sería insuficiente. Toda su producción es recomendable; pero pueden comenzar con los ensayos de Discutibles fantasmas o La destrucción de todas las cosas.

Ahorren para que puedan ir a la FIL aún si ello implica dejar de gastar en cosas que no necesitan. Pocas cosas resultan tan vivificantes como estar en un lugar en el que lo que reúne a la gente son los libros.

Hasta la siguiente entrega.

Cine: Fitzcarraldo (Herzog)

Fitzcarraldo de Werner Herzog "Deberían internarme en un psiquiátrico. Deberían impedirme hacer más películas". Según la leyen...